lunes, 9 de noviembre de 2009

UNA HISTORIA


Te voy a contar la historia de una niña. Una niña a la que nadie, nunca contó, que las lágrimas y la desilusión iban a formar parte de su vida.
Y descubrió un día, siendo una niña todavía, que es lo que era el amor y lo descubrió en el baile y la música; y decidió sin dudar que iba a ser bailarina.
Y no jugo mas con muñecas y se olvido de balones y bicicletas. Dejo de jugar en el parque y sin darse cuenta también se quedo sin amigas. Pero todo eso poco la importaba, era feliz aprendiendo.
Y sudo mallas y medias, destrozó zapatillas de baile y aprendió a combinar “plies”, “entrechats”, “pirouettes”, “assemblées”… y con tan solo catorce años su música eran adagios y allegros. Cerraba sus ojos y se sumergía en el lago de los cines, en el cascanueces, se imaginaba bailándolos, soñaba con sentir esa música sobre un escenario, sentir el calor de las candilejas, el amor de los aplausos; sentirse pluma y ofrecerle al mundo su amor: el baile.
Pero como puedes suponer, también se olvido de salir, de divertirse, de conocer chicos… se olvido de vivir. Pobre niña, se negó a vivir su propia vida obsesionándose de tal manera por el baile que perdió algo que nunca mas podría recuperar; su juventud.
Salía de clase y no hablaba con nadie; no merendaba, no tonteaba con ese chico tan guapo ¡No tenia tiempo! Le quedaban todavía esas dos horas maravillosas de baile diarias que la llenaban de tal manera que suplían las necesidades de una niña de su edad.
¿Y el verano? ¡Esas tarde de playa…! Tampoco tenía tiempo, sus exámenes en el conservatorio eran en septiembre; así que sus veranos transcurrían en aquella sala, entre espejos y barras. Y se miraba al espejo mientras bailaba y con cada paso, cada compás, cada gota de sudor, se enamoraba un poco mas de su sueño.
Pero lo sueños son sueños e intentar vivir un sueño es como cerrar los ojos y alargar el brazo queriendo rozar la luna; algo imposible.
Así que al poco tiempo broto su primera lágrima, ¡Cuánto tiempo iba a aguantar! Tarde o temprano iban a descubrir que su sonrisa mientras bailaba eran ton solo una mascara que ocultaba su dolor.
Cuando todos dormían ella lloraba; masajeaba sus piernas y pies mientras rogaba a su Dios que cesara aquel dolor.
Pero no te creas amigo mió que eso la frenaba, al día siguiente volvía a acudir a sus clases, volvía a entrelazar sus piernas con las cintas de esas zapatillas hechas de yeso y hierro y se alzaba sobre ellas mirándose al espejo y volviéndose a colocar su sonrisa, dejándose llevar por la música, por sus sentimientos.
Pero sabes, querido amigo, cualquier cuerpo tiene un límite y esa niña de diecisiete años ya, aunque no quisiera verlo iba a empezar a vivir la pesadilla de su sueño.
Esa noche era muy especial para ella, una actuación en el teatro principal, cuatro bailes y por primera vez… ¡un solo! Y también su primera actuación de baile contemporáneo, algo que nunca iba a olvidar “Tubular Bells” de Mike Oldfield.
Los nervios corrían en los camerinos, había llegado el momento del ensayo general.
Estaban sonando los primero compases y era su momento, su ultima prueba hasta el debut. Se sentía ágil y la música la embargaba, repitió para sus adentros tres veces “mierda” y salto al escenario.
Pero todo se nublo… se vio en el suelo rodeada de sus compañeras y sintió de nuevo ese dolor insoportable, por primera vez sus lágrimas brotaron en publico, por primera vez se dio cuenta que ese era el final.
No podía levantarse, sus piernas no funcionaban; en el teatro todo era un caos… esa música ¡nadie la apagaba! Y seguía sonando tan fuerte que no la dejaba respirar. Intento levantarse pero sus piernas no respondían, entre todas la levantaron y la llevaron a un hospital.
Lo que paso en ese hospital, es demasiado largo y complicado y en la cabeza de esa niña grande solo había una cosa ¡esa noche tenia que bailar!
La cargaron de calmantes, infiltraciones… y bailo. Fue su último baile y no sintió dolor, y no volvió a llorar. Aprovecho todo lo que esa noche le iba dando, los aplausos, las candilejas… todo lo que ella había soñado.
Pero esa noche también dejo de vivir, de sentir. Esa noche murió su sueño y sus esperanzas. Desapareció la niña y nació una mujer… una mujer triste, una mujer sola, una mujer desesperada que hoy cuando los años han pasado sigue esperando un diablo que le proponga un trato “un día de baile por tu vida”. Una mujer que nunca más ha pisado un teatro, ni ha visto un ballet por que no tiene fuerzas para ello.
Pero quieres que te diga un secreto amigo mió, esa niña grande, a pesar de todo, sigue soñando y esperando.

Cristal

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