martes, 10 de noviembre de 2009

NUETRA TERCERA CITA


Era nuestra tercera cita; habíamos quedado en el hotel de siempre y yo como la última vez había llegado antes.
Abrí el grifo del jacuzzi y mientras se llenaba busque en mi maleta esa ropita especial que había elegido para esa noche. Me desnude, comprobé la temperatura del agua y me sumergí en el jacuzzi.
Cerré mis ojos y empecé a imaginar lo que esa noche sucedería en esa habitación. Me moría de ganas de verle, de abrazarle, de besarle, de sentirle y quería darle de mi todo, para que cuando acabara la noche no fuera capaz de olvidarla nunca.
Mis deseos iban creciendo a la par que mi imaginación y empecé a notar que el calor que sentía en esos momentos no era solo debido al agua caliente en la que me encontraba sumergida. Comprobé con mis dedos que mi deseo estaba ya al límite pero decidí no seguir jugando, no seguir imaginando y esperarle.
Salí del jacuzzi, me puse mi pequeño y transparente camisón negro, encendí la tele y me tumbe en la cama, a esperar. Supongo que el tiempo pasaba como siempre, segundo a segundo, minuto a minuto; pero para mí esos segundos, esos minutos eran eternos y mi deseo iba en aumento.
No encontraba ningún programa en la televisión que me entretuviera, intente dormir pero fue imposible; así que no me quedaba otra que seguir esperando. Entonces me acorde de que tenía que hacer algo antes de que el viniera. En nuestra última cita le había pedido una cosa: “unas esposas”.
Tenía ganas de jugar un rato, pero estaba segura de que él no iba a traerlas así que fui preparada; saque de mi maleta dos pañuelos negros y los ate a la derecha e izquierda de la cabecera de la cama.
Tocaron a la puerta, era él; le deseaba tanto que me parecía mentira que estuviera ahí, detrás de una puerta, esperando a que yo le abriera. Fue instantáneo nos fundimos en un beso, empecé a quitarle la ropa y sin dejar de besarnos fuimos a la cama. Nos besamos hasta saciar nuestra sed y entre beso y beso conseguí deshacerme de toda su ropa. Al ver los pañuelos sonrió, algo así se había imaginado así que voluntariamente dejo que atara sus manos a ambos extremos de la cama.
Bese su cuello, su pecho y muy despacio deje que mi boca llegara a su destino. Jugué con mi lengua hasta cansarme, su excitación era visible. El me pidió que le soltara quería abrazarme, tocarme, besarme pero me negué todavía no era el momento.
Me arrodille en la cama, enfrente de él y empecé a tocar mis pechos por encima de mi camisón, lleve mi mano derecha entre mis piernas y comprobé que estaba a punto de estallar y pensé que por qué no, ¿Quién me lo impedía? Así que decidida empecé a masturbarme delante de él. Me suplicaba que parara, que le soltara, que le dejara hacer; pero yo seguía tocándome y buscando mi placer. Me encantaba provocarle de aquella manera y ver en sus ojos que realmente “no” deseaba que le soltara, le volvía loco verme así y yo estaba dispuesta a volverle loco.
Seguía tocándome los pechos provocativamente, intentado tocar con mi lengua los pezones y mi mano derecha seguía entre mis muslos jugando, llevando el compas de mis gemidos y acrecentado su deseo, hasta que llegue al límite de mi propio placer y estalle disfrutando de ese momento.
Pensé al acabar en soltarle pero… no, no lo iba hacer todavía. Estaba segura de que deseaba tocarme, abrazarme, besarme, poseerme… y eso me excitaba extremadamente, así que decidí seguir dominando la situación; me senté encima de él y empecé a moverme, sabía que eso le encantaba. Disfrutamos los dos de ese momento pero claro como era de esperar llego la hora de soltarle.
Y le solté, aun siendo consciente de que era su turno y que tendría que dejarme hacer. Por supuesto me hecho sobre la cama y me ato… pero lo que paso es algo que debe contaros él.

CRISTAL

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