miércoles, 25 de noviembre de 2009

¿Alguien cree en la amistad?


“¿Puedes contestar a mi pregunta? Creo que no. Creo que nadie puede creer en la amistad por que esta no existe.
En mi vida han pasado “supuestas amistades” y todas ellas me han decepcionado y por supuesto yo también, en su momento a ellas.
Somos tontos al creer que podemos confiar plenamente en alguien, ilusos de la vida al pretender formar parte desinteresada de alguien. Esperanzados idiotas al esperar que esa persona esté ahí cuando la necesitas. Ridículo por nuestra parte pretender estar ahí cuando sea él el que nos necesite”.


Así piensa una eternamente amiga mía.
Conocí a alguien que creyó encontrar a ese amigo, el de verdad, el que siempre está ahí. Casi sin conocerse sabían el uno del otro, casi sin verse podían leer sus ojos. Compartían muchas cosas en común, posiblemente demasiadas, y esa fue la causa de que esa amiga mía creyera ciegamente en él.
Ella nunca conoció a nadie que la comprendiera de esa manera, que percibiera su dolor, que no la juzgara por sus ideas e incluso que la ayudara a fortalecer sus sueños.
El fue el único capaz de intuir porque motivo temblaban sus manos al leer ese escrito, el único en vislumbrar el dolor que existían en su interior.
Ella creía en el, de tal manera que se dejo, por unos instantes, abarcar por las sensaciones que él le proponía. Era tanta su confianza en él, que dejo su personalidad a un lado para intentar ser como él pretendía.
Pero no, mi amiga no pudo luchar contra ella misma sin ganar. Aceptar esa condición que él pretendía era negarse a ella misma y nadie puede negarse a sí mismo.
Mi amiga creyó que eso no era importante, que la amistad que entre ellos había, esa magia inexplicable que les unía en esos escasos momentos, ese cumulo de sentimientos, esa huella que el tiempo había dejado en sus miradas… que toda esa fuerza acumulada podría superar “esa condición”.
Pero mi amiga no era más que una estúpida ilusa y su amigo un inteligente ser que solo jugó con sus sentimientos para conseguir esa condición.
Tristeza, eso es lo que acogió en su seno mi amiga, aflicción, amargura, sinsabor, dolor, pena…
Pero no por ella, si no por él; por esa persona, que en el fondo, no es más que un aventurero que busca condiciones pero que no haya ni hallara nunca la amistad, porque la amistad se cimenta en la libertad de ser y poder ser, de elegir y decidir, de dar y de recibir.
La amistad no entiende de: “necesitaba desaparecer” “alejarme de ti” “pensar”… la amistad no entiende de escusas. La amistad se necesita en ese mismo momento en el que necesitas desaparecer, en el que necesitas pensar, llorar, cerrar los ojos… incluso en el momento en el que ansias estar solo, se necesita la amistad.
Mi amiga se apoya y justifica en esta última fase de su vida para negarse a la amistad. Pero yo estaré allí, para responder sus preguntas, para ayudarla a no desaparecer para hacerla entender que “ese supuesto amigo” solo fue un ser egoísta que buscaba su propia supervivencia en esa falsa amistad.
Yo reforzare la base de sus dudas, de sus sueños, de sus sentimientos. Yo seré esa verdadera amistad.
Yo estaré allí, para llorar con ella para darle esa esperanza que tanto necesita. Yo evitare que sus manos vuelvan a temblar cuando lea ese escrito.
Yo la ayudare a dejar entre renglones de poesías muertas a ese extraño amigo. La ayudare a desentender su propia memoria para acoger el aliento de la verdadera amistad, su verdadero ser, su verdadera existencia; pues su condición es “ser”.

Cristal

jueves, 12 de noviembre de 2009

Esto ya no es una historia... es la realidad.


Hola, hasta ahora solo me he dirigido a vosotros por medio de mis historias, historias que os habrán ayudado a conocerme un poco, por que aunque muchas de ellas están sacadas de mi imaginación, en la mayoría de ellas hay un trocito de mi, de mis sueños, de mis ilusiones, de mis temores, de mis realidades.

No quiero que este blog se convierta en un mundo de historias irreales, quiero transmitiros pedacitos de mi vida, de esos sentimientos que conducen día a día mi vida a algún lugar.

¡Sentimientos! ¿quien de vosotros no tiene sentimientos?¿quien de vosotros no siente cada segundo, cada minutos? Nuestra vida esta basada en sentimientos; sentimos alegría, sentimos pena, rabia, odio, desesperación, amor, cariño, dulzura... Sentimos y sentimos y no paramos de sentir.

Pensadlo ¿que seria de nuestras vidas sin esos sentimientos? por que os aseguro que aquella persona que presuma de vivir sin sentimientos es un mentiroso o esta muerto.

Pero ¿cómo sentimos? ¿con que intesidad? ¡amigos! no creo que se puedan medir los sentimientos, ni creo que os pueda ayudar a sentir más o menos.

Si puedo deciros como siento yo, mi vida es un cumulo de sentimientos; sentimientos arraigados en lo mas hondo de mi corazón y que son capaces de llevarme desde el mayor éxtasis de la felicidad a la mas oscura cueva de la tristeza.

Soy capaz de sentir felicidad por algo tan sencillo como la sonrisa de uno de mis hijos, dulzura cuando observo como juegan mis dos gatitos, ternura cuando mi hija ayuda a mi hijo sin intentar matarle, añoranza cuando veo en algún lugar una imagen del mar... ¡ese olor!, odio por un atentado terrorista, rabia ante un maltrato, impotencia ante una mirada triste... y asía os iría hablando de todos mis sentimientos pero no pienso hacerlo pues no esta en mis planes convertir este blog en algo tedioso y aburrido.

Solo quiero acercarme a vosotros y que vosotros os acerquéis a mi, me gustaría si quisierais que me contarais vuestras historias, vuestros sentimientos, vuestras mentiras, vuestras realidades; seria un placer para mi adornarlas con mis palabras y mi imaginación y convertirlas en parte de este blog.

No es más que una invitación a seguir viviendo y a seguir conociendo. Bueno ¡ya! ¡basta! me conozco y cuando empiezo no acabo, es hora de poner un fin a esta entrada y la pondré con mi correo electrónico por si alguno de vosotros quiere compartir conmigo sus sentimientos.




Besos


Cristal

miércoles, 11 de noviembre de 2009

"El último soplo de mi corazón" (Jueves)

Una noche, en una de mis actuaciones se acercaron un grupo de chavalitas y me pidieron un tema de la Oreja de Van Gohg “Jueves”. Recordé que era un tema que ya me había pedido en alguna otra ocasión y decidí prestarle mi atención. La primera vez que lo escuche, me estremecí, sentí que estaba escuchando una historia de amor realmente preciosa pero triste. Intuí por el final: “y yo te regalo el último soplo de mi corazón”, que ese amor se convirtió en eterno en ese momento, aunque la muerte les separara a los dos. ¿Bonito verdad? Bien, al principio, al escucharla, no recordé; “jueves”, “once de marzo”, “un vagón”, “un tren”. Hasta que por fin mi cabeza reacciono y cuadro la historia; “los atentados del 11 de marzo, en los trenes, Madrid”. Mis ojos se humedecieron y mojaron mis mejillas, pude ver a esos dos chavales en ese vagón, mirándose, sintiéndose, amándose día a día. Pude imaginar perfectamente ese último momento en que armándose de valor se descubren el amor; como ella le encuentra la cara en la oscuridad de un túnel y le besa los labios. Como soy capaz de oír en el interior de mi cabeza el “te quiero” que ese chico guardo durante tanto tiempo para ella. Lo que no fui capaz de imaginar fue el final, efectivamente fue el ultimo soplo de su corazón, el final terrible de un atentado inexplicable, pero no el final de ese amor, porque si esta historia hubiera ocurrido en algún vagón de aquellos trenes, seguramente, ese amor, seria ahora eterno. Siento envidia, una gran envidia yo daría el ultimo soplo de mi corazón por oír ese “te quiero”. No tengo una gran voz, ni tampoco una entonación perfecta pero si entrego todo lo que tengo en esta canción, todo menos el ultimo soplo de mi corazón… ese lo reservo para ti.
Cristal

"ÓSEA"


¿A alguno de vosotros le preocupa si ese “súper-caro perfume de marca que usáis” la usan muchas personas?
No, por Dios… no me contestéis, prefiero vivir con esa incertidumbre; ya tuve la ocasión una tarde en una terraza de un bar en Madrid de descubrir el gran trauma psicológico que puede llegar a ocasionar eso en la vida de una persona.
Os cuento.
“Ósea” todo empezó una tarde en Madrid cuando un amigo me presento a “su novia” (lo de la novia va en comillas porque todavía no tenía claro que fuera la chica de su vida y realmente deseo que no sea así y creo que me comprenderéis cuando terminéis de leer mi especie de conclusión, aunque realmente es posible que se la merezca, quien sabe). Bien con esa novia, venia la corte, dos amigas más.
Estoy intentado no ser irónica, pues no quiero dañar la sensibilidad de aquellos y aquellas que se sientan identificados con este tema, pero también es verdad que no creo que alguien así pudiera perder su tiempo leyendo esto, ni que fuera capaz de entenderlo.
Vayamos al tema, ropa cara y de marca, bueno yo diría de “súper-marca” y os juro que muchas de ellas ni las conocía pero ese día aprendí que alguna de esas marcas son más baratas en Nueva York y que vale la pena tirarse ese montón de horas en un avión para poder adquirir esas prendas.
Alucinaba; si, si, ¡Alucinaba! ¿Cómo he podido sobrevivir 41 años sin lucir una prenda de Armani, Calvin Klein, Dolce and Gavana, Roberto Cavalli, Miss Sixty, DKNI, Levi´s, Tommy Hilfiger, Dior…? ¡y yo que creía que comprando ropa en Stradivarius iba a la moda y que el cocodrilo de Lacoste en un polo era lo máximo! ¡Que ignorancia la mía! ¡Qué vida más triste y vacía he tenido hasta que he descubierto todas esas marcas!
En seguida me di cuenta que ese lugar no me correspondía pero no iba a dejar que esos temas de conversación tan interesantes me apartaran del grupo, así que me limite a escuchar y aprender, a asistir con mi cabeza y a darme cuenta de la gran tontería que hay en el mundo, y bastante de esa tontería estaba sentada conmigo esa tarde en ese bar de Madrid.
Pero no os creáis que todo se quedo ahí, nooo!!! Todavía me quedaba por descubrir lo importante de un perfume (que no colonia) y yo fui la culpable de que esas tres señoritas llegaran a debatir sobre tal tema.
La niña pija que estaba sentada a mi lado, perdón… señorita; me pidió que perfume era el que usaba, pues realmente le encantaba y hacia un rato se sentía atraída por ese olor.
A punto estuve de contestarle que tres horas de viaje en un coche, una comida en una pizzería de La Gran Vía y un par de horas licenciosas era el resultado de ese olor; pero me di cuenta que podía traumatizarla para toda la vida y yo no hubiera sido capaz de vivir con tal hecho en mi conciencia, así que opte por meter la mano en mi bolso y sacar el frasco de colonia (que no perfume).
Creo recordar que su valor económico era de unos quince euros y que es una de esas típicas colonias que te regalan en Navidad.
Supongo que tal descubrimiento las debió afectar ¡Les gustaba una colonia de quince euros! Pero bueno no os preocupéis unas sesiones con el Psicólogo y se curan.
Las tres llegaron a la conclusión de que lo importante de un perfume no es su olor, si no que ese olor se lleve bien con tu cuerpo (lo próximo en descubrir seguro que será que uno más uno son dos); pero esa conclusión les llevo a algo más, algo que atormentaba la existencia de una de ella hacía ya mucho tiempo, otro descubrimiento, algo horroroso y traumatizante: “Su perfume, ese que ella adquiría con tanto amor, cada día era utilizado por mas personas; era horroroso iba paseando por la calle y olía como otras personas usaban su perfume”. “Ósea”.
Olvidaros de la crisis mundial, de la gripe A, de las amenazadas de atentados, de la ola de calor, del hambre en el mundo, de la violencia de género, de los abusos de menores, de la ley del menor… nada puede ser más importante que otras personas osen usar tu mismo perfume ¡hasta ahí podíamos llegar!
Me sentí incomoda y mal, aunque había sido una tarde muy instructiva pues había aprendido de marcas y de tonterías, me sentí mal; mire a mi alrededor y me sentí sola, pero no vacía, ahí fue cuando me dieron pena, ¿Qué esperaban de la vida? ¿Qué iban a darles ellas a la vida? Me alegre de ser como soy, de sentir, de vivir, de compartir, de disfrutar de ese frasco de 15 euros que llevo en mi bolso (de mercadillo por supuesto), me alegre hasta de a ver compartido ese momento con ellas; ahora solo me queda tener el valor suficiente para decirle a mi amigo que me defraudo, pues nunca esperaba que sus aspiraciones en la vida estaban en esa mesa con alguna de esas señoritas y que me ofendió pues me demostró no conocerme como amiga.
Pero de todo se aprende y yo aprendí que soy persona y mujer aunque no lleve marcas y que seguiré comprando en Stradivarius y usando la colonia que me regalen en Navidad.

Cristal

EL NIÑO JESUS EN EL TEMPLO


"El Niño crecía y se fortalecía lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con Él.
Cuando tenía doce años, sus padres subieron a Jerusalén, como tenían costumbre, por Pascua. Al regresar, sin que sus padres lo advirtieran, el Niño Jesús se quedó en Jerusalén.
José y María, pensando que su hijo andaba por algún lugar de la caravana, efectuaron una jornada de marcha sin inquietarse, junto a sus parientes y amigos. Cuando se apercibieron de su ausencia, regresaron a Jerusalén para buscarle.
A cabo de tres días de amarga incertidumbre le hallaron en el Templo, sentado en medio de los doctores que le interrogaban y escuchaban estupefactos por su inteligencia y sus respuestas.
Los padres estaban maravillados de lo que veían. No obstante, María se lamentó:
“¿Por qué nos has hecho esto? Tu padre y yo andábamos apenados buscándote”
Respondió el Niño:
“¿Por qué me buscabais? ¿No sabéis que debo ocuparme de las cosas de mi Padre?”
Ellos no comprendieron lo que Jesús quería decir.
Regresaron los tres a Nazaret, donde el Niño les estuvo sujeto y María conservaba lo ocurrido en su corazón.
Jesús crecía en sabiduría, edad y gracia ante Dios y ante los hombres.”


Perdonar mi ignorancia ante la vida pues mi pensar ante tal historia no es más que un cumulo de barbaridades que supuestamente me condenaran al pecado eterno.
Pero como condenada estoy y si esto es pecar pienso seguir pecando; rozare unos minutos más el límite de la tontería, sacando conclusiones absurdas de comentarios, como no, absurdos.
Estaba yo una tarde en mi obligada acción como madre de atender las ilógicas necesidades religiosas de mi hija; ilógicas pues su única y real necesidad era la de lucir un precioso vestido blanco, disfrutar de una magnífica fiesta y acarrear con una cantidad innecesaria de regalos, que por supuesto forma, todo ello, parte de una sociedad… nuestra sociedad. Pero bueno no pienso con ello encontrar escusa, pues voluntariamente acudí a mis clases de catequesis con la intención de morder mi lengua (aunque con ello solo consiguiera envenenarme a mi misma) y reprimir esas ideas contra producentes para mi hija y su Primera Comunión.
Leí La Santa Biblia con catorce años y ante la ignorancia de una niña de esa edad no debí captar la magia de sus palabras o no consiguieron turbar mi mente sus historias, pues cuando leí el Génesis, si… la historia esa de Adán y Eva, en la que una serpiente que moraba en un manzano le ofreció a la indefensa y desnuda Eva la gran tentación y en la que ella sin dudar cayo, arrastrando en esa caída a su compañero (que no marido, pues no estaban casados) cometiendo así el pecado original (vamos pegarle un mordisco a una manzana, lo que hacemos hoy diariamente cualquiera de nosotros). Pues así empezó mi primera clase de catequesis en el Génesis; pero no quiero contaros esa historia, ni la de del gran diluvio, ni la de Abraham… todo tiene su momento y este es el momento de un niño, el Niño Jesús.
Si, si… el Niño Jesús y en mayúsculas, no osen ustedes usar su nombre en vano que sin dudar serán compañeros míos en el infierno.
Así tal como pudieron leer al principio, nos relato la Hermana o Monja (como el lector prefiera) esa pequeña parte de la biblia (perdonen mi ignorancia pero no sé si usar la palabra “parábola” sea la adecuada). Éramos cuatro madres atentas a tal historia, prestando nuestra atención detenidamente pues no duden que al acabar de leerla nuestra Hermana aseguraba con sus preguntas que su lectura hubiera sido escuchada. Bien señores, silencio al finalizar y un suspiro en mi pecho. Me propuse contar hasta diez, volver a suspirar y seguir manteniendo el silencio.
Pero callar al diablo es bastante difícil y más después de la reflexión de nuestra querida Hermana: “Dense cuenta de la gran inteligencia y la gran supremacía de nuestro Señor, que con tan solo doce años sabía lo que debía hacer y cómo debía actuar demostrando así su gran madurez, y enseño así a José y a María que él era algo más que un niño y que sus obligaciones estaban mas allá de lo que ellos pudieran imaginar.”
¡Y una mierda! Si, tal como suena ¡UNA MIERDA! Un niño de doce años, caprichoso y mal criado que hizo sufrir innecesariamente a sus padres durante tres días y que cuando estos entre tal desesperación le hallaron y le pidieron explicación tubo todavía la desfachatez de echarles en cara que ellos no eran sus verdaderos padres.
¿Pues quien le había dado de comer todos estos años? ¿Quién se había preocupado que su ropa estuviera limpia y sus necesidades cubiertas? ¿De quién había recibido el cariño y el amor verdadero? ¿De Dios, su Padre y Señor? ¿Y donde estuvo Dios estos últimos doce años?
Perdónenme pero ese Niño Jesús fue merecedor en ese momento de un tortazo y un tremendo castigo y por supuesto no fue su aptitud ni su contestación una muestra de su madurez infantil, si no una falta de respeto para aquellos que hasta ahora habían depositado en él todo su cariño y amor.
Y así en la Santa Biblia leemos esos sentimientos en María:
“Regresaron los tres a Nazaret, donde el Niño les estuvo sujeto y María conservaba lo ocurrido en su corazón.”
Por supuesto que María lo conservo en su corazón, pues ella supo dar a ese Niño Jesús, su amor desde un primer momento, enfrentándose (según esa misma Santa Biblia) a ser apedreada por el pueblo ya que quedose embarazada fuera del matrimonio. Y no habla la Biblia de los sentimientos de José, sentimientos de un padre que acepto a un hijo que no era suyo pero educo y amo como tal.
¿Madurez nuestro Niño Jesús? ¿Sensatez? ¿Compresión hacia sus supuestos padres? ¿Amor por ellos? No justifiquemos el comportamiento normal de un niño de doce años, como algo supremo e inteligente, no queramos rozar la tontería o santificar y alabar una historia pues no olviden que uno de nuestros vecinos puede ser niño adoptado o niño de padres divorciados, puede ser niño, que una mañana por cualquier motivo decida emprender su propia aventura y desaparecer tres días y que seguramente cuando sea hallado eche en cara a sus padres que le hubieran buscado e incluso encontrado.
Sencillamente un niño de doce años que no merece ser alabado si no castigado.
Quiero creer que entienden que esta reflexión no es más que rozar el límite de la tontería pero que indiscutiblemente (según algunos) me conducirá a la eternidad de las llamas infernales, pues que venga a mi ese castigo pues de el aprenderé que eso Dios que nos creo libres convierte en esclavas a nuestras mentes.

CRISTAL

Pdta.: Están invitados a visitar el infierno conmigo.

martes, 10 de noviembre de 2009

NUETRA TERCERA CITA


Era nuestra tercera cita; habíamos quedado en el hotel de siempre y yo como la última vez había llegado antes.
Abrí el grifo del jacuzzi y mientras se llenaba busque en mi maleta esa ropita especial que había elegido para esa noche. Me desnude, comprobé la temperatura del agua y me sumergí en el jacuzzi.
Cerré mis ojos y empecé a imaginar lo que esa noche sucedería en esa habitación. Me moría de ganas de verle, de abrazarle, de besarle, de sentirle y quería darle de mi todo, para que cuando acabara la noche no fuera capaz de olvidarla nunca.
Mis deseos iban creciendo a la par que mi imaginación y empecé a notar que el calor que sentía en esos momentos no era solo debido al agua caliente en la que me encontraba sumergida. Comprobé con mis dedos que mi deseo estaba ya al límite pero decidí no seguir jugando, no seguir imaginando y esperarle.
Salí del jacuzzi, me puse mi pequeño y transparente camisón negro, encendí la tele y me tumbe en la cama, a esperar. Supongo que el tiempo pasaba como siempre, segundo a segundo, minuto a minuto; pero para mí esos segundos, esos minutos eran eternos y mi deseo iba en aumento.
No encontraba ningún programa en la televisión que me entretuviera, intente dormir pero fue imposible; así que no me quedaba otra que seguir esperando. Entonces me acorde de que tenía que hacer algo antes de que el viniera. En nuestra última cita le había pedido una cosa: “unas esposas”.
Tenía ganas de jugar un rato, pero estaba segura de que él no iba a traerlas así que fui preparada; saque de mi maleta dos pañuelos negros y los ate a la derecha e izquierda de la cabecera de la cama.
Tocaron a la puerta, era él; le deseaba tanto que me parecía mentira que estuviera ahí, detrás de una puerta, esperando a que yo le abriera. Fue instantáneo nos fundimos en un beso, empecé a quitarle la ropa y sin dejar de besarnos fuimos a la cama. Nos besamos hasta saciar nuestra sed y entre beso y beso conseguí deshacerme de toda su ropa. Al ver los pañuelos sonrió, algo así se había imaginado así que voluntariamente dejo que atara sus manos a ambos extremos de la cama.
Bese su cuello, su pecho y muy despacio deje que mi boca llegara a su destino. Jugué con mi lengua hasta cansarme, su excitación era visible. El me pidió que le soltara quería abrazarme, tocarme, besarme pero me negué todavía no era el momento.
Me arrodille en la cama, enfrente de él y empecé a tocar mis pechos por encima de mi camisón, lleve mi mano derecha entre mis piernas y comprobé que estaba a punto de estallar y pensé que por qué no, ¿Quién me lo impedía? Así que decidida empecé a masturbarme delante de él. Me suplicaba que parara, que le soltara, que le dejara hacer; pero yo seguía tocándome y buscando mi placer. Me encantaba provocarle de aquella manera y ver en sus ojos que realmente “no” deseaba que le soltara, le volvía loco verme así y yo estaba dispuesta a volverle loco.
Seguía tocándome los pechos provocativamente, intentado tocar con mi lengua los pezones y mi mano derecha seguía entre mis muslos jugando, llevando el compas de mis gemidos y acrecentado su deseo, hasta que llegue al límite de mi propio placer y estalle disfrutando de ese momento.
Pensé al acabar en soltarle pero… no, no lo iba hacer todavía. Estaba segura de que deseaba tocarme, abrazarme, besarme, poseerme… y eso me excitaba extremadamente, así que decidí seguir dominando la situación; me senté encima de él y empecé a moverme, sabía que eso le encantaba. Disfrutamos los dos de ese momento pero claro como era de esperar llego la hora de soltarle.
Y le solté, aun siendo consciente de que era su turno y que tendría que dejarme hacer. Por supuesto me hecho sobre la cama y me ato… pero lo que paso es algo que debe contaros él.

CRISTAL

¿DONDE ESTA EL AMOR?



El amor esta allí, donde el corazón de un desgraciado descubrió el máximo dolor.
El amor esta allí, donde el principio te conducirá a un final eterno.
El amor esta allí, en la mentira de unas palabras no pronunciadas.
El amor esta allí, en una mirada trucada que solo desea crecer en ego.
El amor esta allí, en mis sueños rotos, en mis deseos olvidados, en mi esperanza muerta, en mis ojos llorosos, en mi corazón dolido.
El amor esta allí, en un te quiero que ha gritos nace y en el silencio de la desesperación muere.
El amor esta allí…

Cristal

TEMBLAR


Os quiero contar una historia; algo que una persona me conto. Como despertaron unos instintos dormidos y como el descontrol de unos sentimientos pueden sumir a un ser en una tristeza también feliz.
Jugando mi amiga por aquí, por badoo, conoció chicos que despertaron en ella una atracción sexual y se atrevió a quedar con ellos para disfrutar un poco más de la vida y conseguir así, sentirse viva otra vez.
Os contare que descubrió gente maravillosa, al igual que descubrió que en este mundo de internet también hay mucho desaprensivo sin corazón. Pero bueno eso son otras historias que contare en otro momento.
Mi amiga estaba convencida que el amor no existía y jugando con esa carta se atrevía a provocar, a despertar instintos, a desear y ser deseada.
Pero la vida siempre te sorprende y esa tarde cuando le vio, sintió ese pinchazo en su corazón; ese desgarrador sentimiento que aparecía en un mal momento. Ese amor que ella creía que no existía.
Y vivieron un sueño en poco tiempo y decidieron alargar la agonía de ese sentimiento, dejándose consumir por el deseo y la ansiedad de volver a verse.
Pero la vida juega y se entretiene pasando el rato con el azar y la casualidad, con los sentimientos y los sueños. La vida hace trampas y siempre gana, esa es su baza poder controlar el destino y el futuro de una persona.
Mi amiga sigue soñando y esperando volver a verle, vuelve a llorar por amor y a pesar de todo es feliz.
Ella querría volver atrás, no haberle conocido, olvidarse de sus besos, de su sonrisa, de su mirada, de su nombre… pero no puede.
Así que amigos y amigas abrid los ojos y pensar que el amor y la vida están ahí fuera esperando que bajéis la guardia para atacar.
No creíais en el amor y luchar contra él y si no lo conseguís… TEMBLAR.

CRISTAL

UN VIAJE A MADRID


El taxi me recogió de mi casa a las 6.30 de la mañana y aunque apenas había dormido cuatro horas, el estado de euforia en el que me encontraba superaba el cansancio de mi cuerpo.
En ese taxi viajaban ocho personas y aparte del conductor y por supuesto yo, las demás superaban con creces los sesenta y cinco años; imaginaros el viajecito… (Que si mi casa esto, que si hace frió, que la Semana Santa, que si los tomates, que si mi nieto…) vamos una conversación muy entretenida y estresante.
Opte por apoyar mi cabeza en la ventanilla y cerrar los ojos. Demasiado nerviosa para dormir, así que empecé por imaginar:

“Lo primero era encontrar un hotel, ducharme, maquillarme y tranquilamente decidir que ropa me iba a poner. Luego situaría la clínica, le llamaría y esperaría a que llegara la hora. Tenia que tener tiempo para relajarme.”

Y ¿Qué pasaría cuando estuviéramos uno frente a otro? Aunque nos hubiéramos visto ya por la cam seguro que no todo seria igual. Internet no deja de ser una realidad trucada y eso me daba mucho miedo.
¡Seguro que no le gustaba!, por la cam no se veían mis arrugas, ni mi barriguita, ni mi celulitis, vamos todo eso que una mujer de mi edad odia tanto.
¡Dios! ¿Que estaba haciendo? imaginar o jorobarme a mi misma ese día que llevaba tanto tiempo planeando.
Y ¿si cuando llegara el momento no me atrevía? Pues menudo lió… ¡no! eso no iba a pasar; estaba decidida e iba a por todas.
Así que sonreí para mis adentros y volví a imaginar:

“Estaba decidido, no le iba a dejar actuar y ese masaje que me debía lo tendríamos que dejar para otro día. En cuanto le viera me abalanzaría sobre el, no le daría opción a dudar. Le acorralaría contra la pared sujetando sus manos contra la pared, besandolo desesperadamente e intentado conseguir que su sexo empezara abultar debajo de sus pantalones…”

Cuando desperte estábamos en Jetafe, el viaje me había resultado muy, muy corto.
Pero como siempre una vez mas, las cosas nunca pasan como imagino…
Sabéis; me he pasado la vida imaginando y mientras mi imaginación absorbía cada segundo de mi vida, esta iba pasando ante mi y yo como roca inerte seguía esparando, seguía imaginado. Nadie me enseño, nadie me explico que imaginar es soñar y que los sueños son sueños, nadie quiso contarme nunca que basar mi vida en un sueño no me iba a conducir mas que a la desesperación del llanto… pero bueno eso es otra historia y aunque os serviría para comprender por que mi decisión actual de vivir el momento, a coger lo que la vida me ofrece… pues tal historia ahora, la de mi vida, no viene a cuento.
Esperaba llegar a Madrid sobre las 11 de la mañana, pero claro llegue a las 13 horas y el taxista para facilitarme el encontrar un hotel me dejo en una zona donde (entre comillas) me seria mas fácil encontrar alojamiento.

¡Fácil! Puede que yo sea complicada, pero el que me gustaba estaba lleno y el que disponía de plaza ¡dios! Pero si casi puede ver las cucarachas por los pasillos.
Estaba empezando a ponerme muy nerviosa y eso os puedo asegurar que eso ya era muy difícil. Estaba caminando por Madrid, una ciudad muy grande y desconocida para mí.
Le llame por teléfono para confirmar la hora, sobre las 14.15 horas me estaría esperando. Fabuloso, eran la 13.30 y yo sudando como un pollo, en un lugar de Madrid que no había visto en mi vida y buscando un sitio para poder alojarme.
Tenia ganas de llorar y por mucho que mirara a un lado o a otro no veía ningún cartel en el que pusiera hostal, hotel, pensión… Pero bueno, no todo va a ser tan negativo por fin un cartel. La entrada era bonita y lo más importante estaba limpio. Toque el timbre pregunte y ¡sorpresa!, estaba ocupado. Me aconsejaron otro hostal que estaba algo mas abajo, así que seguí andando y como no, también estaba ocupado.
Ya no sabia si reír o llorar, así que pare de andar, intente respirar y relajarme y pensar que lo que me esperaba valía la pena. Levante mis ojos y como en las películas… HOSTAL CORDOBA; estaba limpio, el señor de la recepción era encantador y tenia habitaciones vacías. ¡Por fin!
Eran las dos menos diez, estaba bastante lejos del lugar de mi cita y lo único que deseaba era una ducha, ya había descartado la idea de maquillarme, elegir mi ropa y relajarme. Así que me duche rápidamente, me puse lo primero que saque de mi maleta, salí a la calle y coji un taxi.
Me olvide ponerme el brillo en mi barra de lápiz fijo y notaba los labios secos y tensos, busque en mi bolso y encontré un pintalabios, lo use y me lo puse sobre el otro, eso no solucionaba el problema de mis labios pero bueno, ocupo mi tiempo.
Llegaba tarde y le pregunte al taxista cuando tiempo tardaríamos en llegar, el chaval súper simpático me aseguro que en diez minutos como máximo estaría allí.
Así fue en diez minutos llegamos. Bueno y ahora que… llame a mi pareja,” ¿estas seguro? Si no entras me enfado”. Bueno pues le llame y me dijo que salía a buscarme, espere. No creo que fueran mas de cinco minutos, pero a mi me parecieron eternos.
La verdad; me sorprendió, era mas guapo de lo que yo podía ver por la cam, me recordó a alguien… pero eso también es otra historia.
Estaba tan nerviosa que no sabia ni lo que hacia, cuando nos vimos me dijo: “un beso” tenía tantas ganas de desaparecer del mapa en ese momento que ni le rocé la mejilla con mi beso.
Me enseño la clínica, hablamos de que… pues de banalidades sin importancia y me enseño la sala donde daban masajes.
Me pidió si estaba dispuesta a recibir ese masaje, yo conteste que si y me dijo que me desnudara de cintura para arriba y me tumbara boca abajo sobre la camilla; el, mientras se iba a poner la ropa de trabajo.
Por supuesto no me quite toda la ropa, llevaba puesto un boddy negro y me lo deje. No era cuestión de ponérselo tan fácil.
¡Todo! ¡todo! ¡Todo!, todo vestidito de blanco; así con su batita, sus pantalones, sus zapatitos, ¡madre mía! ¡Para comérselo enterito!
Por supuesto me dijo que de eso nada, que me tenia que bajar el body, para poder darme el masaje; así que fui obediente y me lo baje.
Unto su manos, supongo que con algún tipo de aceite o crema y empezó el masaje.
¡Que me relajase! ¡Ja, ja, ja! Como si eso fuese facil. Mi cabeza estaba apunto de estallar, no hacia mas que pensar y pensar.
Por un lado mi pregunta era ¿Qué estaba haciendo?; por otro mi contestación “VIVIR”, (no creo que encontréis justificada mi contestación pero si conocierais algo mas de mi, os seria mas fácil comprenderme, pero como ya os dije antes… eso es otra historia).
Y por última, mi decisión, yo no me muevo de aquí a no ser que me echen.
Intentaba cerrar los ojos y sentir sus manos, era básicamente imposible. El, intentaba hablar conmigo, me preguntaba continuamente en que pensaba y yo, muy segura (pero mintiendo) le contestaba que nada.
¿A ver, en que creéis que podía pensar? Ja, ja, ja…
¿Qué tengo que hacer? Esperare, seguro que el tomara la iniciativa, por supuesto tenia muy claro que el estaba súper tranquilo y que lo tenia todo controlado (después supe que no era así). Pero una vez tomada esa decisión, la de dejarme llevar, empecé a relajarme, empecé a sentir sus manos y a desear. Empecé a ser yo.
Y así fue, cerré mis ojos y empecé a sentir por primera vez sus manos sobre mí; empecé a desear que acabara ese masaje, empecé a querer con muchísimas fuerzas todo lo que me ofreciera ese momento.
No paso mucho tiempo… él me dijo que iba a buscar algo. Sabía perfectamente que es lo que iba a buscar, lo sabia por que me había hablado de ello.
Cuando sentí esa vibración por mi espalda me di cuanta que el masaje había llegado a su fin y de nuevo mis nervios a flor de piel. Gracias que el volvió a hablarme, y de cierta manera me obligo a dejar de pensar, cosa que reconozco me fue muy bien. Así que volví a cerrar mis ojos y empecé a sentir de nuevo, pero eso si cada vez sentía mas.
Recorrió mi espalda y bajo hacia mis glúteos, (mi corazón empezó a latir rápidamente y mi respiración se entrecortaba) recorrió mis piernas y volvió a subir hacia arriba. Paro de nuevo en mis glúteos e iba ejerciendo presión entres mis muslos.
Relajada por fin, por completo, entre abrí mis piernas ya no solo notaba la vibración, empecé a notar sus dedos…
En mi viaje de regreso, no hubo dudas ni pensamientos… aproveche para disfrutar del paisaje que me ofrecía ese momento.

CRISTAL

SIN PODER VER...


Sin poder ver, con mis ojos vendados; dejando que solo mis instintos puedan disfrutar del momento. Solo el roce de tus labios y el tacto de tus manos recorriendo mi cuerpo; despertando en cada segundo el deseo retenido durante tanto tiempo; estremeciendo mi cuerpo y acompasando mis movimientos al deseo de ese momento.
Es como si ahora, en este mismo momento pudiera sentir el calor de tus labios en mi cuello y tu mano jugando en mi interior volviéndome loca de placer y deseando hasta tal extremo sentirte dentro.
No puedo verte, pero mis sentidos despiertan y me permiten absorber con mas perfeccion el olor de tu cuerpo, me encanta tu olor y me excita todavía mas, quiero correrme pero me gusta este juego y contengo mis ganas para permitir que ese momento sea eterno.
Me susurras al oído que no me mueva que ahora vuelves, tan solo han sido unos segundos y siento el frio de un hielo en mi cuerpo, juegas con el en mis pezones, en mi estomago, en mis muslos…; el calor de mi cuerpo, el frio del hielo… podría volverme loca en ese mismo momento.
No puedo mas necesito sentirte, correrme, gritar y me muero de ganas por mirarte a los ojos…

Cristal

UN DIA FUI CIGÜEÑA


Levante mis ojos y desde mi cuna, forjada de ramas secas y restos de algo… de cualquier cosa que mi madre encontrara para preparar mi esperado nacimiento, descubrí el mundo.
Sentí frío y esa fue mi primera sensación, decidí que el frío no me gustaba y empecé a mover mis alas húmedas en una desesperación que me llevo a descubrir mi segunda sensación, el miedo; ¿Dónde estaba? ¿Qué era yo? ¿Nadie iba a explicarme? Pero… si, ahí estaba ella, era grande, espléndida y me estaba mirando a mí.
Y mi tercera sensación, la ternura.
Ella fue la que me contó, la que me dio la seguridad para seguir, la que me enseño amar y la que me ayudo a encontrar el significado exacto de la palabra “madre”.
Me llamo pequeña Cigüeña y me descubrió el cielo de color azul e inmenso y la tierra calida y lejana.
Me alimento, me arropo en las duras noches invernales, me preparo día a día para comprender al mundo, a tener respeto al hombre y también a temerle.
Yo era muy curioso y no paraba de preguntar; ella desde su altura inmensa bajaba su pico para rozar mi cuello e intentar dar respuesta a todas mis dudas. Reía mis ocurrencias y reñía mis travesuras y todo ello con tranquilidad, con dulzura, con amor.
Me enseño también a ser capaz de valorar el olor del roció al amanecer, a saborear la frescura de la lluvia, a apreciar los calidos rayos del sol. Me enseño a querer y a ser querido.
Y cuando llego el gran día, me enseño a volar. A desplegar mis alas al viento, a sentir su roce en mis plumas, a planear en el silencio de ese inmenso e interminable cielo azul. Me enseño a compartirlo con otras aves, ese era mi espacio y ese otro el de ellas.
Me enseño a alimentarme por mi mismo, era importante coger de la naturaleza solo lo que necesitaba así dispondría de ese alimento siempre que tuviera hambre.
Y crecí, llego el momento y me convertí en una gran cigüeña. Ahora era yo el que miraba a mi madre desde las alturas y yo el que bajaba mi pico para rozar su cuello.
Pero mi madre no me enseño a afrontar la muerte, ni me contó que un día ella se iría para siempre. Y que en ese momento debía empezar a ser una sola unidad.
Aprender a afrontar la vida yo solo, pero sabía que no iba a ser capaz; la soledad que sentía sin mi madre, la falta de su cariño, de sus consejos, su tierna mirada…
Llore y volví a sentir miedo y frío; un frío que cortaba mi respiración que ahogaba mis sentimientos y oprimía mi pequeño corazón hasta el limite de lo imposible.
Y dormí esa noche entre recuerdos y lagrimas.
Al salir el sol baje a tierra, había tomado una decisión: ¡no volvería a volar! No quería ser cigüeña sin ella, seria un animal de tierra, olvidaría mis alas y mi cielo; ¡lo había decidido! solo alzaría mis ojos hacia arriba para recordarla a ella, volando en esa inmensidad azul, esa espléndida y tierna figura haciéndole sombra al sol con su belleza.
Ese cielo que siempre me había protegido y embargado de libertad, por primera vez parecía derrumbarse sobre mi; asfixiándome, agotando mi energía, cegando mis ojos en una oscuridad abierta al día.
Busque un rincón en la tierra para formar en el mi nueva casa; un lugar triste, sombrío y húmedo. Acurruque mi cuerpo en el y deje que el agotamiento y el llanto me sumergiera en el sueño.
Dormí durante mucho tiempo; al despertar, el sol calentaba mis plumas y ya había secado las gotas del roció; mire hacia arriba para conmemorar el recuerdo de mi madre y me levante. Mi cuerpo andaba torpe sobre la tierra pero mi decisión de no volver a volar era irrevocable, así que decidido ha vivir mi vida terrestre, recogí ramas secas y demás cosas útiles para hacer mas acogedor y caliente mi nido.
Me sentía orgulloso de mi trabajo y a lo lejos divise una plantación de arroz; ¡ummm que hambre! Abrí mis alas dispuesto a alzar el vuelo y… casi eche a volar. Pero no, recogí mis alas y permanecí fiel a mi promesa.
Resulto agotador andar durante tanto tiempo pero la recompensa fue satisfactoria, comí lo necesario y acostumbré mis piernas a lo que a partir de ahora seria mi único medio de desplazamiento. Alargué mi viaje de regreso absorbiendo esa rara belleza de la tierra que la diferenciaba del cielo. Me iba a costar mucho acostumbrarme a su humedad. A esa intensa y dura maleza con la que debía luchar para poder hacer mi camino con mis delgadas piernas.
Pero poco me importaba, mi tiempo en el aire, irónicamente, había volado.
Llego de nuevo la noche y a continuación el día; fueron pasando uno tras otro, en el aburrimiento, en la monotonía, en esta larga agonía a la que yo mismo me había condenado, hasta que esa mañana algo cambio…
Al despertar lave mis ojos con gotas de rocío y en ese mismo momento, en ese mismo lugar al levantar mis ojos pude acariciar su sonrisa con mi mirada.
Era un pequeño animal de tierra que mi madre llamaba persona; era pequeña, su pelo rizado y oscuro como la corteza de un árbol y un pequeño lazo rojo adornaba su cabeza. Estaba arrodillada en frente de mi, me observaba con muchísima atención y con sus deditos intentaba tocarme.
No sentí miedo, la verdad no sentí nada. Deje mi cabeza reposar sobre mi buche y cerré los ojos, ¡se cansaría y se iría! Pero no se canso, al rato sentí sus dedos sobre mi cabeza, muy despacio los pasaba una y otra vez, me sentí muy extraño; aquella sensación me estaba gustando e intentaba luchar para que no fuera así, me recordaba a las caricias que mi madre me daba con su pico.
Ella me miraba fijamente y reía, parecía querer hablar pero solo emitía unos ligueros sonidos; balbuceos que no parecían tener ningún significado pero que despertaron mi interés.
Estuvo mucho rato así, acariciando mi cabeza, sonriendo y mirándome pero se fue.
Un día, dos, tres… cada mañana al abrir mis ojos estaba allí; me había acostumbrado tanto ha esa pequeña persona que ya no podría despertar sin su sonrisa, así que en día cuando ella se iba, inconscientemente me levante y ande detrás de ella.
Giraba su pequeña cabeza para comprobar que la estaba siguiendo y se reía. Corría y saltaba y yo intentaba imitarla. Su sonrisa paso a ser carcajada y ese juego de saltos y correrías se convirtió en un pequeño espacio de tiempo que me permitió recuperar la felicidad.
Una mañana entre juego y juego, sin darme cuenta llegue hasta su casa. Era una casa muy grande, blanca y en la puerta, de pie, esperándola, había otro animal de tierra. Era igualita que mi pequeña amiga pero mucho mas grande, la alzo entre sus brazos y la beso. Era su madre.
Se agacho, acaricio mi cabeza y me invito a entrar en casa. En un rincón, al lado del calor de una chimenea, coloco una cesta de mimbre y un viejo cojín, un cuenco con agua y otro con migas de pan mojadas en leche; ¡estaba delante de mi nuevo nido!
Sin darme cuenta había cambiado mi húmedo y frío lecho por uno caliente y seco, por una encantadora niña que jugaba conmigo y algo parecido a una mama que colmaba mis necesidades.
Con el tiempo y el paso de los años conseguí olvidarme por completo del cielo y de mis alas; era feliz en esa casa y con mi amiga.
Ella había crecido desmesuradamente, ya no jugaba conmigo como antes y pasaba mucho tiempo fuera de casa, pero todas las noches me cogia entre sus brazos y me hablaba, me contaba como había ido su día y me prometía que pasara lo que pasara yo siempre seria su amigo especial.
¡Su amigo especial! Yo vivía para ese momento, por sentir el calor de su cuerpo contra el mío, de oír su dulce voz y el tacto de sus manos sobre mi cabeza. Me gustaba ver sus ojos fijos en los míos… me gustaba ella.
Por primera vez en mi vida empecé a descubrir otra sensación, la sensación del amor. Y al cerrar mis ojos deseaba ser persona por ella, convertir mis alas en manos para poder sentir su piel, quería dejar de tener pico para rozar sus labios.
Pobre cigüeña loca, vivir con humanos había trastocado mis instintos animales y me había vuelto medio humano.
Pero ¿Qué podía hacer? Seguir soñando y seguir esperando a que llegara la noche para sentirla de nuevo cerca.
Una noche empecé a sentirme mal, mis piernas no soportaban mi peso y mi cabeza estallaba de dolor; me costaba respirar y mantener los ojos abiertos.
Ella me tenia entre su regazo y lloraba; podía sentir la humedad de sus lagrimas sobre mis alas. Vino un señor que estuvo mirándome y termino clavándome una aguja en mi cuerpo, la miro a ella y el rozo la mejilla secando una de sus lágrimas; luego se fue.
Ella no me soltó de sus brazos en toda la noche, se sentó en el sofá que había al lado de la ventana y los dos miramos hacia el cielo oscuro de la noche, estaba repleto de estrellas y de repente, sin previo aviso, una se movió. Mi amiga me contó que era una estrella fugaz y que debíamos pedir un deseo, cualquier cosa, esa estrella iba a concedernos ese deseo. Ella cerro los ojos y pidió por mi, yo no cerré lo ojos, yo los mantuve abiertos mientras le pedía la estrella que me permitiera dejar de ser cigüeña para ser hombre.
Ella estaba convencida de que nuestros deseos se iban hacer realidad y en parte así fue. Se quedo dormida, el cansancio de su llanto y la noche la sumergió en su sueño yo me acurruque todo lo que pude en su regazo para aprovechar ese momento y me dormí también.
Y al despertar su deseo se cumplió, mi dolor de cabeza había desaparecido y mis patitas ya eran capaces de mantenerme en pie. Mi respiración todavía se entrecortaba pero no era de enfermedad, eran suspiros de amor. Mi deseo no se cumplió seguía siendo cigüeña.
Siguieron pasando los años y yo seguí enamorado de mi amiga, ella cada vez estaba menos en casa y muy a menudo venia a buscarla un amigo, se la veía muy feliz y cada noche cuando me acurrucaba entre sus brazos, me lo contaba.
Iba a casarse con aquel chico, me contó que se compraría un vestido blanco muy largo y muy bonito, que llenaría la casa de flores, que sonaría la música y todos bailarían… y que yo seria su invitado especial.
Me prometió de nuevo que seguiría siendo su mejor amigo y que pronto jugaría a saltar con sus niños. Quería tener tres, una niña y dos niños. Me contó tantas cosas y de una manera tan acelerada que mi pequeño cerebro no fue capaz de retenerlo todo.
Era muy feliz y yo me conformaba con eso, hacia tiempo que tenia claro que el deseo que aquella noche le pedí a la estrella no se iba cumplir.
Fui uno de los primeros en ver aquel esplendido vestido blanco, estaba preciosa con el, era imposible dejar de mirarla, parecía una princesa; la princesa de su propia cuento de hadas, un cuento en que por supuesto la cigüeña no se convertiría en príncipe. Ella estaba eufórica, mañana seria el gran día y tenia muchas cosas que hacer.
Yo me recosté en mi cesta y me limite a verla ir de un lado a otro en tal estado de nerviosismo que conseguía hacerme sonreír. Me gustaba verla así, feliz, ilusionada, enamorada… aunque yo no fuera su príncipe.
Esa noche volvió a acurrucarme entre sus brazos, volvió a acariciar mi cabecita, volvió a mirarme y yo volví a aprovechar ese momento como si fuera nuestro ultimo momento.
Al irse ella a dormir me dirigí a aquella ventana y asome mi pequeña cabeza a esa noche estrellada, quede mi mirada fija en el horizonte esperando que apareciera de nuevo mi estrella fugaz.
Estaba enfadado, muy enfadado con mi estrella, se estaba acabando mi tiempo y no me había concedido mi deseo, mi sueño de amor se desvanecía y aunque intentaba luchar por no obsesionarme con esa ultima noche, seguía deseando ser hombre solo un minuto, un segundo, el tiempo necesario para rozar con mis labios su piel.
La desesperación de ese momento me condujo al llanto, empecé a sentir como mi corazón aceleraba sus latidos ahogando mi dolor en su propia agonía y sentí frío, mis lagrimas estaban mojando mi piel y mis manos acariciaban mis hombros intentando sosegar mi propia ansiedad… pero mis lagrimas, mi piel, mis manos… ¿Dónde estaba mi pico y mis plumas y mis alas?
Ya no era una cigüeña, mi estrella, mi deseo… era un hombre.
Ande torpemente hasta su habitación, dormía tranquilamente y me enamore de ella un poco mas al verla. Quite de delante su cara un mechón de pelo y roce su mejilla con mis labios. Su piel era suave, su olor invadió mi cuerpo y despertó otra emoción en mi vida. Quise retener ese momento para toda la vida aun sabiendo que estaba a punto de acabar, así que como ella había hecho tantas veces conmigo la acurruque en mi regazo sintiendo su cuerpo al mío y cerré los ojos.
Ella me despertó, se extrañaba de encontrarme en su habitación pero no se molesto. Me miro fijamente y me contó que había tenido un sueño, que soñó que mi pico rozo su piel pero sintió unos labios, que soñó en mis alas acariciaron su piel pero parecían brazos, me contó que aquella noche le pidió a su estrella fugaz por mi convertido en hombre o por ella siendo cigüeña y aunque sabía que eso nunca podía pasar esa noche soñó con ello.
Seco con su mano la lágrima que caía por su rostro al recordar y sonriendo rozo mi cabeza y dijo:
“Pequeña cigüeña pase lo que pase prometo que siempre serás mi amigo especial”

CRISTAL

lunes, 9 de noviembre de 2009

Y al cerrar los ojos soñe...


Había quedado con ella en una pequeña cabaña perdida entre la nieve y sabia que ya estaba allí; esperándome. Por un momento el miedo a conocer lo desconocido me hizo dudar si debía seguir o no con esa aventura, pero debo reconocer que un escalofrió recorría mi cuerpo y despertaba todos mis instintos. Mi aventura empezaría en el mismo momento en que abriera esa puerta y estaba seguro y decidido; quería abrirla.
Podría perder mi tiempo en describiros el interior de la cabaña, pero ni quiero ni me acuerdo. Ella estaba allí, tumbada sobre una alfombra frente el fuego de la chimenea. Llevaba un precioso corsé negro con ligeros y medias negras, su pelo rizado y alborotado y en sus ojos el reflejo del fuego. En sus manos una copa de cava que acerco lentamente a sus labios, bebió de ella y me ofreció la copa. No sabía si era sed o deseo de poner mis labios sobre esa copa que ella había rozado, pero bebí como si fuera mi última vez, hasta que agote la última gota.
Estaba de pie frente a ella, ¡Dios! Si hubiera sido el diablo le hubiera vendido mi alma sin dudarlo un momento. Ella se arrodillo y cogió la copa de mis manos. La volvió a llenar y al ir a beber de ella dejo caer sobre su pecho el cava. Mojo sus dedos en su propia piel y los acerco a su boca para beber de esas gotas, recorriendo con ellos la forma de sus labios y saboreando provocativamente cada uno de sus dedos. Siguió hacia abajo, recorriendo con su mano el cuello lentamente y ofreciéndome lo que aquel corsé escondía empezó a acariciar sus pechos.
Si existe la provocación os puedo asegurar que toda, toda, estaba en esa cabaña. Me arrodille frente a ella y bebí de sus labios, recorrí su cuello con mi lengua y seque el cava de su pecho con mi boca. Deje que mi mano jugara entre sus piernas, que mis dedos jugaran con su humedad haciéndome conocer así, que quería más y más…
Recorrí cada centímetro de su piel con mi lengua, juguetee con sus pezones, su ombligo, su cintura y por fin llegue a mi destino. Perdí mi tiempo entre sus piernas, saboreándolo con mi boca, jugando con mis dedos; combinando mis juegos al movimiento rítmico de su pelvis. Escucho su respiración, continua y agitada; sus gemidos aumentado según siento entre mis brazos como su cuerpo se va arqueando de placer...
¿Por qué despertaremos de los sueños en el mejor momento?

CRISTAL

¡SI PUDIERA TOCAR UNA NUBE!


¡Si pudiera tocar una nube!

Ese fue mi único pensamiento durante el vuelo. Con mi cabeza apoyada sobre el cristal observaba como las nubes se iban alejando del avión.
Con mis dedos intentaba atravesar la ventanilla para poder alcanzar la suavidad de su textura. Mis labios torneaban su comisura en una ligera sonrisa, mientras mi corazón suspiraba la ausencia de mis deseos.
¡Si pudiera tocar una nube!
Una voz me despertó de mi ensueño anunciando la llegada del avión a su destino. Me despedí de mis nubes y volví a vivir la realidad. Entre empujones, mal humor y prisas conseguí salir del avión, tras una espera de veinte interminables minutos, pude recoger mi maleta y dirigirme al aparcamiento del aeropuerto, donde un pequeño coche de alquiler me estaba esperando. Siempre me ha gustado conducir y en esa ocasión eran cuatrocientos kilómetros los que me separaban de mi destino. No era un tiempo perdido para mi, esas cuatro o cinco horas de camino me iban a permitir relajar mis ideas e intentar aclarar los sentimientos que me habían llevado a vivir esa aventura.
Buscaba la soledad, la tranquilidad y el olor a campo. En mi maleta tan solo un par de pantalones cortos, unos vaqueros, camisetas, ropa interior, un par de libros y este cuaderno.
Iban a ser ocho días de meditación, donde esperaba encontrar mi propio interior, ese “yo” que había perdido hacia tanto tiempo.
¿Cuántas veces me había prometido a mi misma no volver a llorar? Como siempre ya estaba faltando a mi promesa y dejaba que una diminuta lágrima brotara de mi ojo izquierdo para morir en mi mejilla.
Era inútil seguir luchando contra mis sentimientos. Inconscientemente pensé en él, en ese amor perfecto del que estaba huyendo y que me había hundido de nuevo en la desesperación. Quería dejar de creer en el amor, construir una coraza perfecta a mi corazón. Protegerme de esos sentimientos extraños que siempre me conducían a mi propio fracaso, pero esta vez toda iba a ser diferente. No había amor.
Sentía el viento en mi cara, el ruido exterior del coche se mezclaba con el sonido de mi radio y a pesar de todo, mis pensamientos conseguían sobrevivir a la belleza de los paisajes que iba dejando detrás de mí.
Nunca debimos permitir que ese juego se nos escapara de las manos. Nuestra relación era perfecta, creí hallar al hombre ideal y ahora debo reconocer que no fui justa. Por su carácter decidí que él era una persona fría y calculadora. Alguien capaz de controlar su corazón, sin sentimientos. Una persona capaz de no enamorarse, a la que yo no haría daño y de la que no necesitaba defenderme. No debí haber sido tan cruel; que él no me abriera sus sentimientos no significaba que no los tuviera, pero mi egoísmo me hacia sentir así; injusta.
Como aquel Sábado por la noche; en esos momentos no necesitaba un niño con el que jugar, necesitaba a un hombre capaz de negarse a mis caprichos; alguien con personalidad propia a la que yo no pudiera manejar y destrozar.
Decidí ponerle aprueba, así que le deje una nota en las escaleras de su casa:
“Si quieres dormir hasta tarde y prepararme el desayuno, ven.
Te espero
Pdta.: si decides venir toca un par de veces el timbre te esperare dormida.”
¡O no quería dormir hasta tarde o no quería prepararme el desayuno! No, realmente hizo lo que yo esperaba… no acceder a mi capricho.
Él era el hombre que yo buscaba. Lo vi todo tan claro, si alguien no te da lo que quieres, nunca te pedirá nada. En fin, era perfecto, con él lo tenia todo; cariño, ternura, sexo y nada. Por primera vez en mi vida ¡NADA!
Un contrato perfecto para dos personas que no esperan nada; que no quieren dar nada. Yo era feliz; tenia ese tiempo de libertad que no existe en una relación formal, mis amigos, mis sábados noche, mi casa… todo aquello que siempre había desaparecido cuando el amor despertaba en mi vida.
¿Qué pensaba él? Muchas veces estuve tentada a pedírselo pero nunca tuve el valor suficiente, así que los dos dejamos que el tiempo pasara y que nuestros encuentros nocturnos acostumbraran nuestras vidas.
Estaba empezando a oscurecer, me sentía cansada así que desvié mi coche de la autopista y busque un pequeño hostal de pueblo. Cene algo y me metí en la cama. No podía dormir y el silencio de la habitación dañaba mis oídos. Cerré mis ojos con fuerza, deseando absorber el sueño, pero mi corazón me conducía a los recuerdos de esas noches que nos convertía en amantes; aliados en besos y caricias que en un sobrecogedor calor extasiaba a ambos y a la par nos permitía, en tal corto espacio de tiempo, eternizar el ocaso de nuestra unión mas allá del infinito. Sin pedirnos nada, ofreciéndolo todo y aceptando el regalo que mutuamente nos hacíamos con cada movimiento.
No había eternidad para nosotros sin el calor de nuestras miradas, ni tan siquiera un instante que pudiera olvidar el tiempo. No había secretos, ni tan siquiera un sueño que pudiera superar esos momentos.
Pero las noches se acababan y durante el día solo compartíamos mal humor, reproches, rabia, odio… Posiblemente fuera el miedo a descubrir que además de amantes podíamos ¿ser amigos?
Ya amaneció, debí conseguir quedarme dormida pero un fuerte dolor de cabeza me estaba destrozando. Me vestí, desayune y recorrí los escasos kilómetros que me separaban de ese olor a campo.
Era un pequeño pueblo rural de casas viejas y gentes cansadas. Deje la maleta en la casita donde me iba a hospedar y recorrí las ruas del pueblo; la Iglesia era excesivamente grande en proporción al pueblo, pero realmente preciosa, sus puertas estaban abiertas; entre y me senté en uno de sus bancos.
Y nuestras vidas continuaron, ¿Cuánto? Tal vez un año. El tiempo pasó demasiado rápido y nuestro secreto de noches compartidas continuaba riéndose del amor.
¡Cómo pudimos ser tan estupidos! Nadie puede reírse del amor, nadie puede sobrevivir a el, ¿por qué iba a ser yo esa persona especial que lo consiguiera?
Estoy cansada de recordar, de intentar encontrar una explicación lógica a algo que no lo tiene… ¿de que intentábamos huir? ¿De nosotros mismos?
No es necesario seguir alargando esta agonía de recuerdos, el final de esta historia estaba sentenciado desde un principio:
“- Te quiero”
Nunca antes le había visto llorar, ni había sentido su cuerpo temblar entre mis brazos de aquella manera.
Con su mano derecha retiro el cabello de mi cara, acaricio mi mejilla tiernamente y me beso.
Un beso eterno y cálido que nos llevo a conjugar nuestros cuerpos en uno solo. Por primera vez no fue solo sexo. Hicimos el amor.
Me abrazo, me beso en la frente y a continuación se durmió. Me resultaba imposible dormir, mis pensamientos se aglomeraban en mi cabeza, ¿Qué había hecho?
Había roto nuestra promesa, “nada de amor”, “ni un solo te quiero”. En ese minuto de debilidad había acabado con una amistad, con una historia cargada de tiempo y felicidad; un contrato perfecto.
Sentía sus brazos sujetándome fuertemente, su cuerpo desnudo rozando el mió, su respiración fuerte y acompasada y su corazón como siempre latiendo apresuradamente.
Entonces llore yo, esa era nuestra última noche.
La humedad de mis lágrimas mojaban su hombro, yo no podía permitir que él me viera llorar, que descubriera la debilidad de mis sentimientos… me aleje de él, pero él me volvió a abrazar; beso mi cara y me dijo: “yo también te quiero”.
El tampoco podía dormir. Me sentía cómoda entre sus brazos que parecía que el tiempo se había detenido en ese momento.
Pronunció mi nombre:
- ¿qué? – le conteste.
- Nada – agrego él.
- Lo siento, nunca debí…- pero él no me dejo acabar mi frase.
- ¿Nunca debiste decirme la verdad? Somos amigos ¿no?
Amigos, amantes… ni nosotros mismos sabíamos ya lo que éramos.
- No lo sé- conteste
- ¿Qué vamos hacer ahora?- me pregunto.
Solo podíamos hacer una cosa, lo acordado desde un principio, respetar nuestra libertad.
Los dos sabíamos que el amor no era perfecto, el amor es el principio de todos los problemas, “yo te he dicho”, “tu me has dicho”, “llegas tarde”, “de donde vienes”, “prefieres a tus amigos, “eres un egoísta”, “me duele la cabeza”. Problemas que nunca habían existido entre los dos hasta ese momento.
- solo podemos hacer una cosa – conteste finalmente.
Volvió a abrazarme por última vez, a rozar con su mano mi mejilla; se levanto de la cama, se vistió y sin mirar atrás, antes de salir de la habitación me dijo: “adiós”.
Por primera vez desde que empezamos esta aventura no se quedo conmigo el resto de la noche. ¿Y dicen que el amor no cambia nada?
Llore con todas mis fuerzas, con desesperación, con rabia. No tenia fuerzas para luchar ni por, ni contra el amor; así que decidí emprender este viaje para empezar a olvidar.
¡Qué bonita es esta Iglesia, pero que frío hace en ella!
Me hubiera gustado rezarle una oración a ese Cristo, pero mi mente se negaba a recordarla. Si pudiera recuperar mi corazón tan rápidamente como mi libertad, todo seria más fácil.
Me arrodille y le pedí a mi Dios que me ayudara a comprender, que me ayudara a tomar una decisión o que me ayudara a olvidar pero… dentro de mí solo se repetía una palabra:
- “Te odio”
La grite con todas mis fuerzas, permitiendo que el eco me la recordara continuamente. Cerré los ojos y desee y del interior de esas paredes viejas y húmedas de la Iglesia, una voz me contesto:
- “Si, yo también te quiero”.


CRISTAL

UNA HISTORIA


Te voy a contar la historia de una niña. Una niña a la que nadie, nunca contó, que las lágrimas y la desilusión iban a formar parte de su vida.
Y descubrió un día, siendo una niña todavía, que es lo que era el amor y lo descubrió en el baile y la música; y decidió sin dudar que iba a ser bailarina.
Y no jugo mas con muñecas y se olvido de balones y bicicletas. Dejo de jugar en el parque y sin darse cuenta también se quedo sin amigas. Pero todo eso poco la importaba, era feliz aprendiendo.
Y sudo mallas y medias, destrozó zapatillas de baile y aprendió a combinar “plies”, “entrechats”, “pirouettes”, “assemblées”… y con tan solo catorce años su música eran adagios y allegros. Cerraba sus ojos y se sumergía en el lago de los cines, en el cascanueces, se imaginaba bailándolos, soñaba con sentir esa música sobre un escenario, sentir el calor de las candilejas, el amor de los aplausos; sentirse pluma y ofrecerle al mundo su amor: el baile.
Pero como puedes suponer, también se olvido de salir, de divertirse, de conocer chicos… se olvido de vivir. Pobre niña, se negó a vivir su propia vida obsesionándose de tal manera por el baile que perdió algo que nunca mas podría recuperar; su juventud.
Salía de clase y no hablaba con nadie; no merendaba, no tonteaba con ese chico tan guapo ¡No tenia tiempo! Le quedaban todavía esas dos horas maravillosas de baile diarias que la llenaban de tal manera que suplían las necesidades de una niña de su edad.
¿Y el verano? ¡Esas tarde de playa…! Tampoco tenía tiempo, sus exámenes en el conservatorio eran en septiembre; así que sus veranos transcurrían en aquella sala, entre espejos y barras. Y se miraba al espejo mientras bailaba y con cada paso, cada compás, cada gota de sudor, se enamoraba un poco mas de su sueño.
Pero lo sueños son sueños e intentar vivir un sueño es como cerrar los ojos y alargar el brazo queriendo rozar la luna; algo imposible.
Así que al poco tiempo broto su primera lágrima, ¡Cuánto tiempo iba a aguantar! Tarde o temprano iban a descubrir que su sonrisa mientras bailaba eran ton solo una mascara que ocultaba su dolor.
Cuando todos dormían ella lloraba; masajeaba sus piernas y pies mientras rogaba a su Dios que cesara aquel dolor.
Pero no te creas amigo mió que eso la frenaba, al día siguiente volvía a acudir a sus clases, volvía a entrelazar sus piernas con las cintas de esas zapatillas hechas de yeso y hierro y se alzaba sobre ellas mirándose al espejo y volviéndose a colocar su sonrisa, dejándose llevar por la música, por sus sentimientos.
Pero sabes, querido amigo, cualquier cuerpo tiene un límite y esa niña de diecisiete años ya, aunque no quisiera verlo iba a empezar a vivir la pesadilla de su sueño.
Esa noche era muy especial para ella, una actuación en el teatro principal, cuatro bailes y por primera vez… ¡un solo! Y también su primera actuación de baile contemporáneo, algo que nunca iba a olvidar “Tubular Bells” de Mike Oldfield.
Los nervios corrían en los camerinos, había llegado el momento del ensayo general.
Estaban sonando los primero compases y era su momento, su ultima prueba hasta el debut. Se sentía ágil y la música la embargaba, repitió para sus adentros tres veces “mierda” y salto al escenario.
Pero todo se nublo… se vio en el suelo rodeada de sus compañeras y sintió de nuevo ese dolor insoportable, por primera vez sus lágrimas brotaron en publico, por primera vez se dio cuenta que ese era el final.
No podía levantarse, sus piernas no funcionaban; en el teatro todo era un caos… esa música ¡nadie la apagaba! Y seguía sonando tan fuerte que no la dejaba respirar. Intento levantarse pero sus piernas no respondían, entre todas la levantaron y la llevaron a un hospital.
Lo que paso en ese hospital, es demasiado largo y complicado y en la cabeza de esa niña grande solo había una cosa ¡esa noche tenia que bailar!
La cargaron de calmantes, infiltraciones… y bailo. Fue su último baile y no sintió dolor, y no volvió a llorar. Aprovecho todo lo que esa noche le iba dando, los aplausos, las candilejas… todo lo que ella había soñado.
Pero esa noche también dejo de vivir, de sentir. Esa noche murió su sueño y sus esperanzas. Desapareció la niña y nació una mujer… una mujer triste, una mujer sola, una mujer desesperada que hoy cuando los años han pasado sigue esperando un diablo que le proponga un trato “un día de baile por tu vida”. Una mujer que nunca más ha pisado un teatro, ni ha visto un ballet por que no tiene fuerzas para ello.
Pero quieres que te diga un secreto amigo mió, esa niña grande, a pesar de todo, sigue soñando y esperando.

Cristal