Soy menor y puedo…
Hola, soy menor y puedo robar.
Hola, soy menor y puedo maltratar.
Hola, soy menor y puedo matar.
Hola, soy menor y la ley me protege pero ¿Quién os protege a vosotros de mi?
No sé qué sensación es la que os embarga cuando leéis esas palabras pero a mí me dan miedo. Miedo porque vivo con unos cuantos menores.
Podría hablaros de un tópico “¿hasta dónde hemos llegado?” pero realmente lo que más me asusta es “¿hasta dónde llegaremos?”.
La ley está mal hecha, bien, eso es un hecho y cada día pagamos las consecuencias de esa ley, pues cada día hay más menores que roban, agreden y matan pero creo que deberíamos hacernos otra pregunta:
“¿LOS MENORES MATAN POR QUE LA LEY LES PROTEJE
O POR QUE NOS HEMOS OLVIDADO DE EDUCARLES
Y ENSEÑARLES A VALORAR LA IMPORTANCIA DE
SABER SER Y ESTAR?”
Me reitero, la ley ésta mal hecha; pero la ley no tiene la culpa de que los menores actúen de esa manera. Posiblemente ha llegado el momento de que nos replanteemos si estamos educando bien a nuestros menores.
Recuerdo que cuando un profesor citaba a mi padre para una reunión al colegio, yo temblaba. ¡Como mi padre se entere de la que he liado!
Y así era, mi padre en ningún momento dudaba de las palabras del profesor, un adulto capacitado y consciente de que la educación de ese menor empieza en enseñarle a actuar correctamente.
Por eso yo escuchaba el gran sermón y por supuesto un castigo que cumplía hasta el final.
Resultados: aprendí que soy responsable de mis propios actos y que si obro inapropiadamente las cosas no me saldrán bien. Aunque os parezca extraño no necesite ir a ningún psicólogo porque mi padre no me protegiera indebidamente. Aprendí a respetar a los mayores.
¿Qué pasa hoy? El padre acude al centro educativo consciente de la inocencia de su hijo (sin saber todavía lo que ha pasado) y arremete contra el profesor acusándole de mentiroso y de odiar a su hijo (con un poco de suerte el profesor no es agredido por el padre).
Resultados: el menor aprende que puede hacer lo que le dé la gana por que sus padres le van a defender. Aprende que puede mentir y que un profesor no es más que un juguete entre sus manos (quien habla de un profesor habla de un vecino, un dependiente, un policía… una persona). Por supuesto no dudéis de que ese menor necesitara un psicólogo algún día, desconoce sus límites pues nadie se los puso nunca y los límites los necesitamos todos.
No empecé a salir por las noches hasta los 16 años y a las doce debía estar en casa, y claro solo los sábados por la noche. En carnavales, noche vieja y alguna fiesta especial se me permitía regresar a la una de la mañana y así progresivamente y según mi comportamiento iba ganando o perdiendo la confianza de mi padre y con el tiempo conseguí alargar la hora de llegada a casa.
¡Dinero! Ufff lo justo y necesario, así que emborracharme o drogarme era prácticamente imposible.
Amistades; amigos hay buenos y malos en cualquier lugar y momento del mundo pero por supuesto mis padres conocían a mis amigos y si no intentaban por todos los medios “investigarlos”.
Entrar en una discoteca no era algo sencillo, en la puerta un hombre muy agradable te pedía el carnet de identidad y comprobaba que tu edad era la adecuada para entrar en esos sitios.
No recuerdo haberme emborrachado nunca, ni tampoco me fume un porro, no pase mi adolescencia de discoteca en discoteca y los amigos eran pocos, pero muy buenos. Odiaba a mis padres con toda mi fuerza pues la culpa de que no me emborrachara, no me drogara y no pudiera pasarme horas y horas en una discoteca era suya.
Resultados: aprendí a divertirme sin la necesidad de la toma desmesurada de alcohol. Aprendí que la droga no es necesaria para sobrevivir en la adolescencia. Aprendí a valorar a mis amigos, pues ellos aunque os cueste creerlo también tenían padres tan horrorosos como los míos que les hacían todas esas injusticias y debíamos unirnos para poder superarlo. Aprendí a organizar fiestas con mis amigos y a disfrutar de la música de un Cd. Aprendi con el tiempo y con la edad que mis padres no me odiaban y que yo tampoco les odiaba a ellos. No necesite ir a un Psicólogo pues increíblemente tuve una adolescencia libre de problemas y feliz.
¿Qué pasa hoy? Los menores disfrutan de una cantidad de dinero no apropiada para dicha edad. Los menores consumen alcohol de una manera exagerada, los menores se drogan. Los menores acuden a discotecas y bares y nadie hace nada para evitarlo. Los menores no son amigos, solo son compañeros y nunca están cuando se necesitan pues el interés es lo único que mueve a ese menor. El menor no encuentra ningún tipo de resistencia a sus actos pues sus mayores para evitar problemas les dejan vivir así.
Resultados: que queréis que os diga, que beneficio puede ocasionarle el alcohol o la droga a un menor. Que pueden aprender en una discoteca a altas horas de la madrugada y que triste es no tener a un amigo leal a tu lado cuando lo necesitas. Aprende a que el alcohol les inhibe de los pequeños-grandes problemas que puedan tener, que la droga les permite aguantar unas horas más en la discoteca y que no necesitan amigos por que se tienen a ellos mismos. Ellos son el poder pues nadie hace nada para quitárselo. Nadie les pone hora de llegada y nadie les advierte de que algunos supuestos amigos no pueden ser buenos…
Inevitablemente necesitaran ir a un Psicólogo, la droga afectara tarde o temprano a sus neuronas y la soledad de descubrir la falsa amistad les traumatizara. Necesitaran ir a un psicólogo por que nadie les paró los pies, nadie le dijo “oye colega hasta aquí” y cuando alguien se lo dijo fue ese menor el que levanto la mano y el adulto por miedo a esa ley bajo la cabeza y cerró los ojos.
Sabéis cual es el verdadero problema algo que ellos olvidan y no tienen en cuenta, algo que nosotros los padres tampoco pensamos, que llegara un día que no serán menores, un día que ninguna ley les proteja y ese día tendrán que enfrentarse solos a esos problemas y por supuesto a los menores que van detrás de ellos.
Suerte.
Cristal
Hola, soy menor y puedo robar.
Hola, soy menor y puedo maltratar.
Hola, soy menor y puedo matar.
Hola, soy menor y la ley me protege pero ¿Quién os protege a vosotros de mi?
No sé qué sensación es la que os embarga cuando leéis esas palabras pero a mí me dan miedo. Miedo porque vivo con unos cuantos menores.
Podría hablaros de un tópico “¿hasta dónde hemos llegado?” pero realmente lo que más me asusta es “¿hasta dónde llegaremos?”.
La ley está mal hecha, bien, eso es un hecho y cada día pagamos las consecuencias de esa ley, pues cada día hay más menores que roban, agreden y matan pero creo que deberíamos hacernos otra pregunta:
“¿LOS MENORES MATAN POR QUE LA LEY LES PROTEJE
O POR QUE NOS HEMOS OLVIDADO DE EDUCARLES
Y ENSEÑARLES A VALORAR LA IMPORTANCIA DE
SABER SER Y ESTAR?”
Me reitero, la ley ésta mal hecha; pero la ley no tiene la culpa de que los menores actúen de esa manera. Posiblemente ha llegado el momento de que nos replanteemos si estamos educando bien a nuestros menores.
Recuerdo que cuando un profesor citaba a mi padre para una reunión al colegio, yo temblaba. ¡Como mi padre se entere de la que he liado!
Y así era, mi padre en ningún momento dudaba de las palabras del profesor, un adulto capacitado y consciente de que la educación de ese menor empieza en enseñarle a actuar correctamente.
Por eso yo escuchaba el gran sermón y por supuesto un castigo que cumplía hasta el final.
Resultados: aprendí que soy responsable de mis propios actos y que si obro inapropiadamente las cosas no me saldrán bien. Aunque os parezca extraño no necesite ir a ningún psicólogo porque mi padre no me protegiera indebidamente. Aprendí a respetar a los mayores.
¿Qué pasa hoy? El padre acude al centro educativo consciente de la inocencia de su hijo (sin saber todavía lo que ha pasado) y arremete contra el profesor acusándole de mentiroso y de odiar a su hijo (con un poco de suerte el profesor no es agredido por el padre).
Resultados: el menor aprende que puede hacer lo que le dé la gana por que sus padres le van a defender. Aprende que puede mentir y que un profesor no es más que un juguete entre sus manos (quien habla de un profesor habla de un vecino, un dependiente, un policía… una persona). Por supuesto no dudéis de que ese menor necesitara un psicólogo algún día, desconoce sus límites pues nadie se los puso nunca y los límites los necesitamos todos.
No empecé a salir por las noches hasta los 16 años y a las doce debía estar en casa, y claro solo los sábados por la noche. En carnavales, noche vieja y alguna fiesta especial se me permitía regresar a la una de la mañana y así progresivamente y según mi comportamiento iba ganando o perdiendo la confianza de mi padre y con el tiempo conseguí alargar la hora de llegada a casa.
¡Dinero! Ufff lo justo y necesario, así que emborracharme o drogarme era prácticamente imposible.
Amistades; amigos hay buenos y malos en cualquier lugar y momento del mundo pero por supuesto mis padres conocían a mis amigos y si no intentaban por todos los medios “investigarlos”.
Entrar en una discoteca no era algo sencillo, en la puerta un hombre muy agradable te pedía el carnet de identidad y comprobaba que tu edad era la adecuada para entrar en esos sitios.
No recuerdo haberme emborrachado nunca, ni tampoco me fume un porro, no pase mi adolescencia de discoteca en discoteca y los amigos eran pocos, pero muy buenos. Odiaba a mis padres con toda mi fuerza pues la culpa de que no me emborrachara, no me drogara y no pudiera pasarme horas y horas en una discoteca era suya.
Resultados: aprendí a divertirme sin la necesidad de la toma desmesurada de alcohol. Aprendí que la droga no es necesaria para sobrevivir en la adolescencia. Aprendí a valorar a mis amigos, pues ellos aunque os cueste creerlo también tenían padres tan horrorosos como los míos que les hacían todas esas injusticias y debíamos unirnos para poder superarlo. Aprendí a organizar fiestas con mis amigos y a disfrutar de la música de un Cd. Aprendi con el tiempo y con la edad que mis padres no me odiaban y que yo tampoco les odiaba a ellos. No necesite ir a un Psicólogo pues increíblemente tuve una adolescencia libre de problemas y feliz.
¿Qué pasa hoy? Los menores disfrutan de una cantidad de dinero no apropiada para dicha edad. Los menores consumen alcohol de una manera exagerada, los menores se drogan. Los menores acuden a discotecas y bares y nadie hace nada para evitarlo. Los menores no son amigos, solo son compañeros y nunca están cuando se necesitan pues el interés es lo único que mueve a ese menor. El menor no encuentra ningún tipo de resistencia a sus actos pues sus mayores para evitar problemas les dejan vivir así.
Resultados: que queréis que os diga, que beneficio puede ocasionarle el alcohol o la droga a un menor. Que pueden aprender en una discoteca a altas horas de la madrugada y que triste es no tener a un amigo leal a tu lado cuando lo necesitas. Aprende a que el alcohol les inhibe de los pequeños-grandes problemas que puedan tener, que la droga les permite aguantar unas horas más en la discoteca y que no necesitan amigos por que se tienen a ellos mismos. Ellos son el poder pues nadie hace nada para quitárselo. Nadie les pone hora de llegada y nadie les advierte de que algunos supuestos amigos no pueden ser buenos…
Inevitablemente necesitaran ir a un Psicólogo, la droga afectara tarde o temprano a sus neuronas y la soledad de descubrir la falsa amistad les traumatizara. Necesitaran ir a un psicólogo por que nadie les paró los pies, nadie le dijo “oye colega hasta aquí” y cuando alguien se lo dijo fue ese menor el que levanto la mano y el adulto por miedo a esa ley bajo la cabeza y cerró los ojos.
Sabéis cual es el verdadero problema algo que ellos olvidan y no tienen en cuenta, algo que nosotros los padres tampoco pensamos, que llegara un día que no serán menores, un día que ninguna ley les proteja y ese día tendrán que enfrentarse solos a esos problemas y por supuesto a los menores que van detrás de ellos.
Suerte.
Cristal
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divertito, aburrido, interesante, bueno